Domingo, Mayo 05, 2024
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El fascismo y las élites

Pareto (pensador italiano, 1848-1923) coloca en primer plano de su sistema la noción de élite. Considera fundamental la distinción entre élite y masa. Cree que la élite es siempre una pequeña minoría y que el carácter de una sociedad es, ante todo, el carácter de su élite.

Para Pareto, la élite no es enteramente abierta ni enteramente cerrada. Las clases dirigentes tratan de mantenerse en el poder y utilizan la astucia cuando no disponen de la fuerza. Pero están sometidas a la presión de las masas; deben renovarse incesantemente mediante una aportación proveniente de las clases inferiores. La movilidad social es el mejor antídoto contra las revoluciones.

Pero adviene en las sociedades modernas que las élites burguesas, en plena decadencia, a falta de una renovación suficiente, caen unas veces en mediocres habilidades y otras en un humanitarismo sin «Toda élite que no esté dispuesta a librar la batalla para defender sus posiciones está en plena decadencia; no le queda más que dejar su sitio a otra élite que posea las cualidades viriles que a ella le faltan», escribe Pareto.

El fascismo y el nacionalsocialismo son hostiles a los principios de la democracia igualitaria y del sufragio universal. Mussolini denuncia la ley del número. El fascismo dice- no consiente que el número, por el simple hecho de que es un número, pueda dirigir las sociedades humanas. Niega que el número pueda gobernar por medio de una consulta periódica. Afirma la desigualdad irremediable, fecunda y bienhechora de los seres humanos ... Hitler mantiene una postura análoga: «Es más fácil ver a un camello pasar por el ojo de una aguja que descubrir un gran hombre por medio de una elección». y afirma: "La historia del mundo está hecha por las minorías».

Aparece así, en primer plano, el tema de la élite [ .. ]. En Mussolini se trata más bien de la superioridad de los gobernantes, los únicos dignos de gobernar, en tanto que Hitler parece pensar más bien en la superioridad de la raza aria y en la misión del pueblo alemán. «El papel del más fuerte -dice- consiste en dominar, no en fundirse con el más débil». En cuanto a los débiles, deben reconocer la superioridad de los fuertes: el papel del Estado consiste precisamente en fundir las clases en una sola realidad económica y moral».

J. TOUCHARD, Historia de las ideas políticas, 1961 

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