Lunes, Mayo 06, 2024
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El mercado colonial

Una colonia porfiada

 

La India vendía a Inglaterra sus tejidos finos de algodón y de seda, y el gobierno inglés buscaba la manera de evitar esa invasión. A partir de 1685, las telas hindúes fueron castigadas con pesadas tarifas. Después los gravámenes siguieron aumentando, hasta llegar a muy altos niveles, y alternaron con períodos de puertas cerradas.

Pero el tiempo fue pasando y las barreras y las prohibiciones no conseguían desalojar la competencia. Medio siglo después de las máquinas de vapor y de la revolución industrial inglesa, todavía los tejedores de la India eran duros de pelar. A pesar de sus primitivos medios técnicos, sus telas de alta calidad y bajo precio seguían encontrando clientes.

Estos tozudos competidores no fueron aniquilados hasta que por fin, a principios del siglo diecinueve, el imperio británico culminó a sangre y fuego su

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conquista militar de casi todo el territorio hindú y obligó a los tejedores a pagar impuestos astronómicos.

Después, tuvo la gentileza de vestir a los sobrevivientes de la hecatombe. A mediados del siglo diecinueve, cuando ya los telares de la India yacían ahogados en el fondo del río Támesis, los hindúes eran los mejores clientes de la industria textil de Manchester.

Para entonces Dacca, que el legendario Clive de la India había comparado con Londres y Manchester, estaba vacía. De cada cinco habitantes, cuatro se habían ido. Dacca era el centro industrial de Bengala, y Bengala ya no producía tejidos, sino opio. Clive, su conquistador, había muerto de sobredosis, pero los cultivos de amapola gozaban de buena salud en medio de la ruina general.

Ahora Dacca es la capital de Bangladesh, país pobre entre los pobres.

 

 

Eduardo GaleanoEspejos. Una historia casi universal, Ed. Siglo XXI

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