Jueves, Marzo 28, 2024
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Democracias y Totalitarismo. Textos. La crisis ideológica de entreguerras

«No fue sino después de la guerra cuando las dictaduras irrumpieron en Europa, dictaduras que diferían en los orígenes y en los propósitos reales o jactanciosos, pero que tenían en común la necesidad de imponer el despotismo más absoluto sobre todas las formas de la vida nacional ( ... ).

Cuatro años de guerra enseñaron a los supervivientes -o al menos a muchos de ellos que la violencia era un deber, incluso en el campo moral, que la más ciega obediencia era una virtud nacional, incluso en las maneras del espíritu. La disciplina militar, pasiva e inmediata, no fue más que un juego en comparación con la sumisión, brutal y ebria al mismo tiempo, que se le exigió con relación a las teorías más falsas y artificiales, que causaron estragos en todos los países beligerantes, y que el patriotismo consagró como verdades de evangelio ( ... ).

A decir verdad, bajo la pomposa solemnidad de la divinización del Estado no era difícil descubrir algunas pasiones y egoísmos que, ciertamente, han estado existiendo durante siglos, pero que jamás se combinaron cínicamente como ahora ( ... ). Estas pasiones son:

- La revancha ofensiva de las autocracias contra las democracias, bajo una forma violenta que es el efecto de los hábitos de la guerra.

- La lucha incitada por los industriales y grandes terratenientes aparentemente contra el peligro bolchevique, en realidad contra toda forma de movimiento socialista ( ... ).

- Y, finalmente, aunque de menor importancia, al menos fuera de Alemania, el movimiento antisemita, del que se ha vislumbrado su aparición, detrás de la dictadura, incluso en países ( ... ) siempre exentos de él, como Italia ( ... ).

Ha estado más o menos en boga estos últimos años ( ... ) hablar de la democracia como una forma de gobierno de los más vulgares y mediocres, mientras que las dictaduras serían el régimen donde los mejores habrían obtenido su fortuna al abrigo de la ciega suerte de las urnas. Cuando los dictadores apelan a las pasiones populares, es casi siempre a las pasiones más peligrosas a las que ellos recurren, aunque solamente sea porque se encuentran obligados a despertar los sentimientos de guerra, de nacionalismo furioso. En efecto, las dictaduras no pueden permanecer y prosperar más que en una atmósfera de guerra.

Se podría casi decir que esta excitación de las pasiones nacionalistas entre las masas constituye la característica común y esencial de las dictaduras de posguerra, Stalin incluido a pesar de su evangelio internacionalista.»

 

 

(Conde Cario Sforza: Dictateurs et dictatures d'apres guerreo París, Gallimard, 1931.)

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